Me llamo Matthias y hace un año y medio que descubrí Freeletics. Al principio fue solo por curiosidad, quería saber de qué iba todo aquello. Como tenía más de 30 años pensaba que era demasiado mayor, que estaba dirigido a gente más joven. Sin embargo, cuando un año después me encontré en una encrucijada vital, Freeletics fue lo que me ayudó a luchar y me acompañó en el viaje de mi vida. Esta es la historia de mi experiencia con Freeletics.
En octubre o noviembre de 2013, me descargué la app, pero no empecé. Solo quería saber lo que era Freeletics, porque, como tenía más de 30 años, pensaba que no podría cambiar tanto como la gente que había visto que lo hacía. Sin embargo, después de ver los vídeos de transformación de Levent y los demás, algo se activó en mi cerebro y decidí que tenía que empezar. Me prometí a mí mismo que pasase lo que pasase iba a terminar las 15 semanas. Si no me gustaba, podía dejarlo, pero solo después de 15 semanas. Ese fue mi punto de partida con Freeletics.
Al mismo tiempo, mi novia, con la que llevaba 5 años, se fue de viaje a América del Sur. Por desgracia, no me dieron tiempo libre en el trabajo y me tuve que quedar. En ese momento tenía un trabajo estable con un buen sueldo. Llevaba la misma vida “aburrida y normal”, como suelo llamarla, que mucha otra gente.
Cuando se fue mi novia, empecé a replantearme mi vida. En ese momento me di cuenta de que mi pasión era viajar por el mundo. Llevaba mucho tiempo queriendo hacerlo, pero siempre me detenía alguna excusa. Cuando estaba estudiando era que no tenía dinero. Cuando acabé mis estudios, me ofrecieron un buen trabajo y lo acepté. Aunque me dije a mí mismo que solo trabajaría dos años y que, después, me iría de viaje, al final no fue así. No trabajé dos, ni tres, sino nueve años. Me olvidé de mi sueño, me olvidé de cómo vivir. Estaba siempre estresado y me tiraba todo el día en la oficina. A finales de 2013 me sentía totalmente agotado. Me puse tan enfermo que mi médico que dijo que tenía que tomarme un descanso. Sin embargo, si me lo tomaba, tendría tiempo libre y, entonces, echaría de menos a mi novia. Necesitaba desesperadamente algo con lo que ocupar mi mente.
En ese momento, Freeletics se convirtió en mi salvación. Me había hecho una promesa a mí mismo y la cumplí. Me enamoré desde el primer entrenamiento, era como un soplo de aire fresco. Por fin, estaba equilibrando mi vida. Ojo, que cuando digo que fue un soplo de aire fresco no digo que fuera fácil. Al contrario, fue durísimo, pero eso no me desanimó. Me esforcé al máximo. Me compré la Guía de Nutrición, cocinaba todos los días y empecé a cambiar mi vida.
Empecé a sentirme muy bien. Tenía en la cabeza el sueño de viajar y el Coach de Freeletics siempre me acompañaba. Decidí que si no lo hacía en ese momento no lo haría nunca, así que, gracias a la energía que había recuperado, conseguí dejar mi trabajo. Mi vida personal era más importante. Me di cuenta de que mi salud y mi felicidad siempre tendrían que ir en primer lugar.
Entonces, llegó el segundo golpe: cuando le dije a mi novia que había dejado el trabajo y que podríamos viajar juntos, en lugar de alegrarse, cortó conmigo. Me quedé conmocionado. Seguro que todos sabéis a lo que me refiero. Forma parte de la vida, pero nunca estás preparado cuando te toca. Me sentí totalmente perdido. ¿Por qué había dejado mi trabajo? ¿Había sido un gran error? De no ser por Freeletics, en ese momento habría tirado totalmente la toalla, pero no lo hice.
Freeletics era lo único que tenía para compensar mi dolor y mi tristeza, así que lo di todo. Me esforcé aún más. Estaba seguro de que podría llegar hasta el final. Tenía que hacerlo. No tenía nada más que hacer y demasiadas cosas en las que pensar.
Me encontraba en una encrucijada vital. ¿Qué hacer? ¿Adónde ir? Con la fortaleza mental que me había dado el entrenamiento, tomé una decisión que me cambió la vida: elegí ir por el buen camino.
El 14 de abril de 2014 me fui de Alemania, sin ningún sitio donde quedarme ni billete de vuelta. Solo llevaba una mochila, mis ahorros, y mi sueño en la cabeza. No tenía ni idea de lo que me esperaba ni cuánto tiempo estaría viajando. Solo sabía que tenía que hacerlo: era el camino hacia una vida mejor y una versión mejor de mí mismo.
Empecé en Cartagena, Colombia. Era un lugar genial. El tiempo era perfecto: 30 grados y húmedo. Recuerdo mis primeros días allí: salía a correr y hacía Freeletics. De verdad que era genial. Mis tiempos con Freeletics empeoraron porque no estaba acostumbrado al clima, pero me daba igual, me encantaba.
Freeletics se convirtió en el centro de mi vida. Cuando iba por la semana 13 de entrenamiento, decidí quedarme en Cartagena hasta acabar las 15 semanas. La semana 15 fue como un sueño. Era Hell Week. Hacía las primeras sesiones a las 6 de la mañana. A esa hora no hacía calor (solo 25 grados con mucha humedad). Lo planeé todo en función de eso. La sesión de la tarde era mi prioridad. Ni siquiera recuerdo cuál fue mi último entrenamiento, solo que estaba muy contento. Había cumplido la promesa que me había hecho a mí mismo y había encontrado mi pasión. Ya no pensaba dejarlo bajo ningún concepto.
Me fui de Cartagena para viajar algo más lejos. Haciendo senderismo de montaña me di cuenta de lo en forma que estaba. Conocí a mucha gente nueva en mis viajes, sin saber nunca lo que vendría después. Vivía el momento y ya está. Sin embargo, había algo constante: Freeletics. Me entrenaba en cualquier lugar, en todas partes: en las montañas de Colombia y Ecuador, en las playas de Jamaica y Cuba, o en la azotea del piso de mi hermano en Ciudad de Guatemala, con unas vistas impresionantes de los volcanes.
Cuando llevas mucho tiempo viajando nunca estás solo, pero tampoco tienes una compañía fija. La gente y los lugares cambian de un día para otro. Por suerte, me acompañaba un amigo: mi Coach de Freeletics. Al mirar hacia atrás, me parece perfecto. Fue lo único constante de todos mis viajes.
Uno de los momentos más emocionantes que viví fue en Guatemala, en febrero de 2015. Fui a un orfanato para niños de 2 a 13 años de edad para donar algunas cosas. Enseguida salió el tema de Freeletics y todos empezaron a compararse los bíceps. Fue muy emotivo. Esos niños no tenían padres. Llevaban una vida austera y sin lujos, y allí estaba yo. Aun así, pudimos conectar gracias al deporte, gracias a Freeletics. Podía darles una alegría enseñándoles a hacer Situps y Pushups. La verdad es que nunca me había sentido tan orgulloso de ser un Atleta Libre. No se trata de desarrollar músculos, sino de conectar con gente de todo el mundo, sin importar sus orígenes. Aproveché aquella ocasión para motivarlos. Les dije que podrían conseguir lo que quisieran en la vida, si creían en ello.
Las condiciones de entrenamiento rara vez eran perfectas y me encontré con bastantes obstáculos. Por ejemplo, en Bolivia, la elevada altitud, de más de 3500 m, complicaba mucho las cosas, pero aprovechaba para entrenarme antes o después. En mi viaje por las islas Galápagos iba en un pequeño catamarán sin espacio y sin conexión a Internet, pero, aun así fui capaz de entrenarme. Le sacaba el máximo partido a cualquier cosa y no me ponía excusas. Al acabar el crucero, muchos se hicieron Atletas Libres. Éramos como un mini grupo de entrenamiento en mitad del océano.
Durante los 11 meses de mi viaje casi siempre me he entrenado solo, pero ahora que estoy terminándolo, aquí, en Buenos Aires, he encontrado un grupo genial de Freeletics. Los vi en Facebook y sin más les dije que me uniría a su entrenamiento. Es increíble lo rápido que me entreno con el grupo, en comparación a cuando lo hacía yo solo.
Al mirar atrás, estoy muy agradecido a Freeletics. Es lo que me ha hecho seguir adelante durante todo este año. Me ayudó a superar el estrés, la confusión, el mal de amores y todo lo que me fue pasando en la vida.
De esta experiencia he aprendido algunas cosas: nunca te olvides de tus sueños. Tienes que cumplirlos, sin excusas. La vida te mostrará por dónde ir, déjate llevar. La salud es lo más importante del mundo. Fortalece tu cuerpo y tu mente, haz ejercicio y come de forma saludable. El resto de las piezas encajarán solas.
¿Que qué pasará ahora? Pues no lo sé. Mi viaje se ha acabado. Mi cuerpo y mi mente se han transformado. Sin embargo, pase lo que pase, hay algo que estará ahí siempre: Freeletics. #ClapClap
La historia de Matthias demuestra que no importa tu edad, tu pasado o de dónde vengas. Lo único que importa con Freeletics es tu futuro y hacia dónde vas. Tu Coach será tu compañero, y la comunidad será tu familia. ¿Recuerdas aquel sueño que siempre tuviste, el que siempre ibas a empezar “la semana que viene”? Pues ya va siendo hora de convertirlo en realidad. Hazte una promesa y cúmplela pase lo que pase. La vida está para vivirla. Deja de esperar y actúa.