La atención, el reconocimiento y los fans no tienen nada que buscar donde lo importante es la libertad. La gente más ruidosa, más grande y más famosa pocas veces es la más feliz y ciertamente la más libre. Cuando tenemos la fama en el punto de mira, le estamos cerrando la puerta a la libertad, y estamos limitando nuestra vida a la diversión de los demás. Como todas las tentaciones, la fama puede estar bien con moderación. Un poco de atención puede motivarnos a trabajar más para regocijo del que nos esté mirando. Pero, por norma general, es un precio superficial que amenaza con controlar y dictar nuestra vida.
La fama es una tentación. Las lujosas trampas del éxito y el reconocimiento se nos presentan como aquello a lo que deberíamos aspirar, y es un viaje difícil de abandonar. Demasiadas veces, el dinero y la fama se disfrazan de necesidad para ser feliz. Nos han alimentado con el mito de que solo seremos libres si aspiramos a conseguir tanta fama y dinero que podamos desconectar del mundo.
Es posible que te repitas una y otra vez "Estoy haciendo esto por mí, no por la fama ni por la gloria de la atención de otros". Pero ¿lo crees de verdad? La idea de encontrar un atajo al éxito y el reconocimiento tiene un atractivo universal: a todos nos gustaría levantarnos una mañana y que nos elogien incluso la más mínima de nuestras hazañas. Pero la aprobación es como una droga a la que nos podemos enganchar rápidamente, queriendo más reconocimiento por nuestros éxitos que, en realidad, no nos hace feliz. Esta es la diferencia entre la motivación extrínseca e intrínseca. La última es cuando hacemos lo que hacemos por que nos encanta, en nuestro propio beneficio, y no por ningún reconocimiento mayor. ¿La primera? Cuando entrenamos por el elogio, el éxito y el reconocimiento, por la sensación de recibir un cumplido en vez de por el proceso en sí mismo, por la fama. Si hacemos lo que hacemos por la fama y el reconocimiento, nos estaremos limitando y restringiendo tanto nuestra felicidad como nuestra vida. La fama es una barrera y un obstáculo para nuestra libertad. Como todas las drogas, ofrece mucho y proporciona muy poco: una subida momentánea y una bajada eterna. El reconocimiento es lo que creemos que queremos, pero ciertamente no es lo que necesitamos.
El entrenamiento no solo te hace más fuerte físicamente, sino que también fortalece tu resistencia psicológica. Los retos a los que te enfrentas a diario en tus workouts hace que los reveses que sufres en tu vida laboral parezcan meros baches en la carretera. Mientras tus compañeros se vienen abajo ante la adversidad o el fracaso, tú te vuelves más fuerte porque sabes que los fracasos solo tienen la importancia que tú les des. Y si te descubres buscando la ovación del público, vuelves rápidamente a la realidad. Freeletics te aporta disciplina. Te enseña que el éxito llega por el trabajo duro, y que los sueños basados en la noción superficial del reconocimiento no son sueños que lleven a la mejora personal.
Como Atletas Libres, no hacemos lo que hacemos por la fama, el reconocimiento ni los fans. El único público al que necesitamos impresionar es a nosotros mismos. Una vez que empiezas a actuar para el público, te estás doblegando ante sus expectativas y tiras tu libertad por la ventana. Tener el coraje de darle la espalda a la dependencia del reconocimiento de otros es un paso doloroso pero necesario para liberarte de las restricciones de esos llamados objetivos que no consiguen nada. No hay espacio para la fama en la vida de aquellos que son libres. Es hora de dejar atrás a tus ídolos para convertirte en el tuyo propio... si te atreves.