Probablemente ya hayas notado que el ejercicio regular fortalece el sistema inmune, lo que significa que tienes menos probabilidades de enfermarte. Sin embargo, esto no quiere decir que si entrenas nunca te enfermarás. Puede ser una gripe, un dolor de estómago o una migraña, ya que hasta los atletas más resistentes se enferman ocasionalmente. Pero ¿cómo debería afectar esto a tus workouts? ¿Es recomendable en algún caso seguir entrenando?
El HIIT y la ventana abierta
Cuando se trata de deportes fáciles y moderados, seguir haciendo ejercicio con un leve resfriado puede tener un efecto positivo, pero este no es el caso del entrenamiento en intervalos de alta intensidad (HIIT). El HIIT supone un desafío físico que depende en gran medida del sistema inmune. Entrenar cuando estás enfermo restringe la funcionalidad del sistema inmune. En consecuencia, los patógenos pueden continuar propagándose libremente. El resultado: después de una sesión de entrenamiento estás más enfermo que antes. Este efecto también se conoce como «ventana abierta». Así que asegúrate de mantener esa ventana cerrada quedándote en la cama y descansando.
¿Cuánto tiempo debería descansar?
Cuando se trata de enfermedades que no son graves, como un resfriado leve o una congestión nasal, puedes comenzar a hacer ejercicio tan pronto como los síntomas hayan desaparecido por completo: no cuando te sientas bien nuevamente, sino cuando no aparezcan más síntomas residuales.
En el caso de las enfermedades febriles o infecciones que requieren el uso de antibióticos, la interrupción del entrenamiento se extiende más allá de la fase aguda. El riesgo de una infección bacteriana o viral del músculo cardíaco aumenta aún más, incluso cuando crees que ya te sientes bien. En la mayoría de los casos, la enfermedad dura más que los síntomas, especialmente cuando se toman medicamentos para aliviarlos. El sistema inmune sigue debilitado y necesita tiempo para recuperarse por completo.
Esto se aplica en particular al uso de antibióticos, ya que no distinguen entre bacterias perjudiciales y beneficiosas y debilitan aún más el cuerpo. En general, es aconsejable esperar al menos la misma cantidad de días que duró el tratamiento con el medicamento. Por ejemplo: si tomas antibióticos durante un periodo de seis días, debes esperar un mínimo de seis días más antes de volver a hacer ejercicio. La defensa del cuerpo no solo necesita tiempo para recuperarse de la infección en sí, sino también del efecto del antibiótico.
Con la fiebre sucede algo similar: el aumento de la temperatura corporal es una medida extrema del sistema inmune. Cuando vuelves a una temperatura normal, esto no significa que la enfermedad haya terminado, sino que ha pasado lo peor. La lucha contra los patógenos continúa a toda velocidad, por lo que, en general, deberías interrumpir el entrenamiento durante al menos otra semana después del último día febril.
Sin embargo, recuerda que la norma principal es consultar primero a tu médico cuánto tiempo debes descansar.
Resumanos
Para aquellos que simplemente no pueden esperar hasta el final del periodo de reposo, es importante saber que un cuerpo debilitado apenas reacciona a los estímulos del entrenamiento. Así que descansa con la conciencia tranquila, luego aumenta lenta y moderadamente el volumen de entrenamiento y la intensidad, y después de unos días de aclimatación podrás volver a tu rutina habitual.